

Que España es un país de contrastes es algo que puede aplicarse también en el plano económico. Después de una de las épocas de mayor progreso del país y tras haber derrochado un torrente de millones de euros en ayudas de los fondos de cohesión en forjar un modelo que ahora parece que hay que cambiar, no son pocos los analistas y expertos que acusan abiertamente a nuestro Gobierno de derrochador y que temen que el importe de nuestra deuda nos lleve a la bancarrota. Probablemente esto no sea cierto, ya que España es un estado solvente y nuestra deuda pública tiene un peso respecto al PIB un 20% por debajo de la media europea, e inferior al de Alemania, Francia y Gran Bretaña. Por el contrario, la deuda privada, la que corresponde pagar a las familias y a las empresas, continúa estrangulando a los ciudadanos y no se podrá hablar del fin de la crisis hasta que esta parte del problema se haya solucionado.
El gato es la cooperativa que hace trampa, llamémosle de trabajo asociado (no en todos los casos, forzosamente) o falsa cooperativa, en la que gestores, asesorías y determinadas empresas de transporte de buen tamaño están haciendo su agosto a costa de los socios, pobres diablos a quienes se engaña y explota vilmente.
El reflejo de la crisis económica en la caída del consumo y de la actividad industrial, con el consecuente desequilibrio entre la oferta y la demanda en el sector del transporte de mercancías por carretera, ha repercutido en una merma aún mayor de la capacidad de negociación entre los transportistas y sus clientes, que asumen cada vez más costes y no cobran sus servicios.
“Mientras Renfe recibe ayudas y subvenciones y pretende expandirse en el extranjero, al sector se le
amenaza con subidas fiscales”
El incremento de la morosidad empresarial y el alargamiento de los plazos de pago a 130 días y más son maniobras cada día más empleadas por las multinacionales, que ante la dificultad de acceder al crédito, se apoyan en las pequeñas y medianas empresas de transporte, ahogadas por la falta de financiación. A esta falta de liquidez proveniente del sector privado se le une la política presupuestaria del Gobierno para 2010, que potencia unos modos de transporte frente a otros. En efecto, más de la mitad de la partida del Ministerio de Fomento, el 54%, se destina al ferrocarril bajo la bandera de la sostenibilidad.
Plan Extraordinario de Infraestructuras, PEI, por valor de 17.000 millones de euros, el 1,7% del PIB. Una bonita cifra para invertir en infraestructuras y su mantenimiento, si bien sólo el 30% irá destinado a la carretera; el “bocado del león” será para el ferrocarril, con el AVE como protagonista principal y, en un plano muy inferior, el transporte ferroviario de mercancías. Un acontecimiento de esta entidad, en el que participará de pleno la iniciativa y financiación privadas, merecía una puesta en escena política de primer orden. El ministro Blanco estuvo arropado por el propio presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, en un auditorio con trescientos invitados, entre los que se encontraban los máximos representantes de las principales asociaciones de transportistas de nuestro país.
Algo más que morosidad
Este es quizá el problema más acuciante que tiene nuestro sector en los actuales momentos. Morosidad de organismos públicos y de los clientes. El cobro a los 30 días parece una entelequia cuando los pagos se demoran hasta los 290 días.
El encuentro
“El Estado del bienestar se ha terminado”. Estas palabras, pronunciadas por José Blanco, ministro de Fomento, en su encuentro con el Comité Nacional del Transporte por Carretera (el primero que ha mantenido con el Sector desde su toma de posesión, allá por el mes de abril de 2009), debían referirse sin duda a los planes de austeridad que está impulsando en su Departamento, pues hace tiempo que a la inmensa mayoría de los españoles –y no digamos a los transportistas, muchos de ellos en paro y otros a punto de la ruina más absoluta- se nos acabó el bienestar. José Blanco piensa “hacer más con menos”, ¿Cómo? Se preguntarán nuestros lectores.
Quisiéramos poder decir sin temor a equivocarnos que con este número de diciembre, el último del año, finaliza también el periodo más duro y crítico de la reciente historia de nuestra economía y, por ende, del transporte de mercancías por carretera.
Deseamos y confiamos, igualmente, que hayamos tocado fondo de verdad, y que con menores sobresaltos la actividad comience a recuperarse aunque sea de forma lenta, producto de un moderado incremento del consumo y de un mínimo –al menos descenso de la morosidad, en un escenario donde el crédito vuelva a constituir el “leif motive”, la razón de ser, de las entidades bancarias. Sí, demasiado sabemos que no es fácil, que el paro seguirá aumentando y que la senda del crecimiento no está cerca, pero a pesar de las actuaciones gubernamentales creemos que es difícil caer más bajo.
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