
Pues recortando gastos internos, reduciendo cargos directivos y masa salarial de las empresas del Grupo Fomento, integrando entidades y ganado en sinergias, además de reducir los costes de las infraestructuras, “aplicando criterios de eficiencia en la elaboración de pliegos, presentación de ofertas y gestión de contratos”. Concitará, además, la colaboración de las entidades privadas para mantener los ritmos de inversión previstos. Todo ello permitirá ahorrar más de 1.700 millones de euros, de los 5.000 que recortará el conjunto de la Administración estatal en el presente año. A simple vista, la filosofía parece encomiable, pero habrá que ver cuáles serán los “recortes”.
El ferrocarril, sin embargo, no sufrirá los rigores presupuestarios, ni por lo que respecta a viajeros ni a mercancías, donde es preciso señalar que hasta la fecha no se ha hecho prácticamente nada. Ni siquiera las conexiones ferroviarias previstas con puertos y aeropuertos deberán temer por un incierto futuro.
Pues bien, del ferrocarril, niña bonita de esta Cartera, se habló en el encuentro que mencionamos. Pero no precisamente para aplaudir, sino para dejar constancia de los hechos. Porque el Comité Nacional hizo ver al ministro Blanco el agravio comparativo que al respecto se ha establecido con la carretera, que parece no contar –en la misma medida y con similar trato- en los planes de Fomento. El Comité no está en contra de los planes para el ferrocarril ni para otros modos, siempre y cuando no se hagan distingos.
Tampoco estamos refiriéndonos, por otra parte, a la carretera, a las infraestructuras, donde por cierto siguen pendientes las prometidas áreas de descanso o la eliminación de los cuellos de botella. El tema de fondo es el transporte de mercancías por carretera, el Sector. Sólo se pide una cosa: que se reconozca su papel en la economía española y que se actúe en consecuencia. A partir de ese momento será más fácil entender que es prioritario atender necesidades urgentes, como facilitar el acceso a los créditos ICO; reformar la LOTT (con la modificación del Baremo de Sanciones, entre otros temas); prorrogar el aplazamiento de las cuotas a la SS; conceder ayudas para la renovación del parque y mantener las deducciones fiscales en la adquisición de vehículos ecológicos; poner coto al gravísimo incremento de la morosidad y controlar de una vez por todas las cooperativas de trabajo asociado que actúan fuera de la ley; eliminar aquellas restricciones al tráfico de carácter genérico, y olvidarse de imponer nuevas cargas fiscales (ecotasas, entre otras) a un sector depauperado que sufre la crisis tan duramente como el que más, pues es el último eslabón de la cadena, pero también el primero cuando se trata de dar el callo.
El ministro, al que sus adversarios políticos tachan de astuto, pero también de sagaz, inteligente, audaz y de inusitada energía, se comprometió a mantener al menos dos reuniones directas anuales con los máximos representantes del sector. Blanco intentó convencer a sus interlocutores de que él no está en contra de la carretera; todo lo contrario, “comprende” el papel que ésta juega en nuestra economía. No hubo, como era de esperar, conclusiones o soluciones concretas en este primer encuentro directo, pero pronto sabremos qué grado de compromiso está dispuesto a alcanzar con el transporte de mercancías por carretera, a través de su “Equipo”, quien a buen seguro dialogará sobre los problemas planteados en busca de acuerdos, en breve. El tiempo se acaba y la confianza que ahora se le otorga tiene fecha de caducidad.
JAVIER BARANDA es editor y director de la revista Transporte Profesional.