“Hemos evolucionado de forma importante, somos mucho más profesionales que antes, pero creo que no lo suficiente, pues deberíamos haber cambiado y mejorado aún más; es cierto que la profesión se ha vuelto un poco más digna, más respetuosa, pero no hemos avanzado todo lo que debiéramos; quizás es que el mercado ha influido de manera importante en nuestras actuaciones”, afirma convencido Ortiz.
LA IMPORTANCIA DE LA SEGURIDAD
Uno de los aspectos más relevantes del cambio, sobre todo en este sector del transporte de mercancías es la seguridad, como explica Ortíz:
“Hubo un antes y un después a partir de 1976, en cuanto a seguridad de las cisternas se refiere, sobre todo en lo que respecta a las revisiones anuales y trienales, pero es que, además, el material móvil ha sufrido una auténtica revolución. Antes los conductores tenían enfermedades profesionales (no es que hayan desaparecido, ni mucho menos), derivadas del manejo de la palanca de cambios, por ejemplo (el dedo meñique se les quedaba recto, perpendicular a la mano) y había que tapizar hasta los asientos de vez en cuando, por no hablar de los múltiples problemas de mecánica, con cambios de motores, camisas, cigüeñales…Todos eso ha desaparecido, afortunadamente”.
Uno de los vehículos-cisterna (de transporte de amoniaco), de la empresa Transportes Mineros, de la que Ortíz es consejo delegado.
“Los problemas inherentes a nuestro sector también han cambiado, aunque ahora –en época de crisis- parezca que vuelven a ser los mismos. Ya no se buscan cargas como antes y no tenemos tarifas de obligado cumplimiento, que terminaban soslayándose con rápeles y otras triquiñuelas”.
“En realidad pienso que vivimos mucho mejor que antes, pues nos encontramos en la sociedad del bienestar, pero también y quizás como contrapartida, vivimos peor que antes por lo que a la forma de trabajar se refiere, con las prisas, la rapidez, el estrés…; todo se quiere para “ayer”, y los problemas llaman hoy a cualquier hora a nuestra puerta”, termina Enrique Ortiz.