Hablamos de ArcelorMittal, el gigante siderúrgico que solo en el Principado de Asturias mueve 3.800.000 toneladas de carga al año, a través de una veintena de proveedores.
Son muchas las empresas cuyo trabajo depende de esta multinacional, quien, todo hay que decirlo, tiene ya unos precios de transporte muy ajustados, debido a la evidente situación de dominio con sus proveedores. Alegando motivos de “crisis siderúrgica europea”, la compañía comunicó a éstos, en el pasado mes de junio, su intención de reducir los precios del transporte hasta en un 5 por 100. De confirmarse esta pretensión, el descalabro en las ya mermadas cuentas de explotación de los transportistas estaría asegurado.
Al no haber acuerdo en las negociaciones que se mantuvieron entre las partes, el área de logística de la siderúrgica aprovechó el verano (el mes de agosto suele ser proclive a cometer alguna que otra “atrocidad”), para remitir una carta a sus proveedores con la rebaja anunciada del 5 por 100, que debería hacerse efectiva a partir del 1 de octubre. Y aquí entra en juego un actor con el que la empresa -el dato es significativo- nunca quiso conversar directamente: ASETRA, la Asociación de Empresarios de Transporte de Asturias, presidida por Ovidio de la Roza.
Como era de esperar, esta organización se reunió en varias ocasiones con los proveedores, convenciéndoles de que era preciso presionar a la multinacional siderúrgica, y mostrar, ante todo, una “posición fuerte y unida”.
La negociación con Arcelor es todo un ejemplo
El órdago le llegó a la compañía a través de un escrito, en el que se daba un plazo, el 23 de septiembre, conminándola a que cambiara su actitud; en caso contrario, los transportistas dejarían de prestar sus servicios de transporte.
Apenas transcurrieron 24 horas para que Arcelor saltara a los medios y enviara una carta a sus proveedores solicitando “comprensión y cordura”, es decir, retomar las negociaciones. “¿Negociar? Para subir precios, sí, pero nada más”, contestaron los transportistas. Mal, muy mal verían las cosas en la multinacional, cuando el pasado 26 de septiembre decidía desbloquear el conflicto y olvidarse de la rebaja de precios. Es probable que haya un nuevo acuerdo, pero siempre sobre la base de no hundir al más débil de la cadena de transporte.
Las negociaciones han sido, a mi entender, “de libro”. Solo la fuerza y la unión en un frente común han propiciado la obtención de una respuesta que, por una vez, beneficia a los transportistas. Pero el tema va más allá, porque de haberse salido con la suya, los daños colaterales serían aún peores, y a las pruebas me remito. Nos consta que varias grandes empresas asturianas ya estaban elaborando planes para, ellos también, bajar los precios del transporte, apoyándose en el “ejemplo” de ArcelorMittal. Y este es el verdadero peligro, cuando se trata de negociar las condiciones del transporte.
Cabe señalar que el conflicto de los transportistas del carbón de Galicia tiene otros tintes, otras razones contra las que los afectados poco pueden hacer, a pesar de sus concentraciones, reuniones y encierros. Aquí se mezclan intereses económicos y estrategias políticas, con un Gobierno en funciones.
Mantenerse fuertes y unidos es, quizás, la solución
Los problemas y desencuentros con los cargadores ni cesan ni dejarán de hacerlo, con la carga y descarga como telón de fondo de una conducta reprochable, pues los conductores sufren un sinfín de vejaciones al realizar estos trabajos. Y la negativa a esta presión debe ser total, como ha señalado el presidente de CONETRANS, Carmelo González en la información que publicamos en este número. Por cierto, no se olviden ustedes, queridos lectores, de las 44 toneladas; solo dibujen una sonrisa en sus caras cuando les diga que algunos “listos” ya piden las 46 Tm. para los camiones propulsados por energía eléctrica.
Claro, como pesan más, por las baterías…Y eso que ahora faltan camiones, pero ello no es óbice para que los cargadores, grandes y pequeños, insistan en bajar precios.
Atravesamos un momento de máxima incertidumbre política, social y económica. La fiscalidad, los peajes obligatorios, la actitud de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, el desprecio de la clase política, las empresas-buzón, la falta de conductores y, por supuesto, el controvertido Brexit y las consecuencias que nos depare el Paquete de Movilidad, entre otros temas, espolearán hasta hacerle sangrar a este sector del transporte, a quien sobre el papel todos califican de “estratégico”.
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