Lo que en principio eran simples rumores, enfados puntuales, conversaciones entre colegas…, acerca del trato y las condiciones de trabajo de una pléyade de cargadores para con sus proveedores, los transportistas, se han transformado en un auténtico clamor, en un malestar que no augura poder trabajar en sintonía; y eso no es bueno para nadie, ni siquiera para aquellos clientes que tratan de trabajar con un mínimo de ética y profesionalidad.
Todos los esfuerzos realizados durante años por alcanzar acuerdos razonables con las principales organizaciones de cargadores, con AECOC a la cabeza, han sido estériles y decepcionantes. A trancas y barrancas las negociaciones siguen abiertas, pero no parece existir ni un ápice de interés por solucionar unas demandas que se han convertido en “todo un clásico”, un repertorio harto conocido de temas como la carga y descarga, la cláusula de revisión del precio del servicio en función del coste del combustible, los plazos de pago y los tiempos de espera, por citar solo algunos. Más bien al contrario, los problemas son ya endémicos y además se agravan cada día con múltiples e irracionales exigencias (transporte “a la carta”), ténders y permanentes presiones de todo tipo.
Se avecina una "guerra abierta" en múltiples frentes, que busca, entre otras cosas, el respeto hacia un sector vital y estratégico de nuestra economía...
Lo único que realmente interesa aquí son las 44 toneladas, sin contrapartidas. Hasta tal punto ha llegado el cabreo (no me importa no ser políticamente correcto), que el presidente de la CETM, Ovidio de la Roza, ha llegado a decir que esto es “una tomadura de pelo”, en la última asamblea general de CONETRANS y en presencia del director de Transporte y Logística de AECOC, Alejandro Sánchez. Se ha trazado ya una “línea roja”, como aseguró Carmelo González, presidente de esta Confederación en el mismo acto, que no se va a traspasar. Solo la intervención directa y decidida de Fomento en la mesa de negociaciones podría desencallar unas posturas a todas luces irreconciliables.
Únicamente el Ministerio tiene la capacidad de intermediar, legislando sobre algunos de los temas antes aludidos, porque aquí no basta con ser "dialogantes" hasta la extenuación (ya se ha hecho); y debe, por otra parte, mantener su compromiso de no reformar las masas y dimensiones si no existe un consenso total, aunque reciba presiones de su propio Gobierno, provenientes de Hacienda y de la Oficina Económica de Moncloa, y de otros lobbies económicos. De no haber entendimiento, las actuales condiciones de calidad y servicio que ofrecen las empresas de transporte a sus clientes sufrirán un deterioro brutal, de consecuencias irreversibles para el conjunto de nuestra economía.
No queremos ser catastrofistas, pero el nerviosismo y la intranquilidad que invaden al sector apuntan también a otros frentes, como la responsabilidad de la estiba (otra vez los cargadores, con los que se debe negociar), porque mucho nos tememos que se intentará colar este "marrón" a los de siempre; una más.
Preocupa, y mucho, la imposición de nuevas tasas, los desvíos obligatorios a las autopistas de peaje, la escasa inspección de las empresas buzón y de las falsas cooperativas, y la negociación en Europa del denominado "Paquete de Movilidad", porque España está en una situación de debilidad ante sus colegas europeos, sobre todo de los Estados centrales. Es mucho lo que nos jugamos en este sentido, ya que afecta a temas como las autorizaciones de transporte, los tiempos de conducción y descanso, el salario mínimo, el descanso en la cabina y un largo etcétera, sin olvidar la Directiva sobre Trabajadores Desplazados.
Y, para colmo, puede ser que el Reglamento de la LOTT (el ROTT), no vea la luz el próximo 1 de enero. Y es previsible, también, que el precio del gasóleo se dispare, como desean los asesores gubernamentales, no solo por el coste del petróleo, sino para incrementar la fiscalidad.
Se avecina una "guerra abierta" en múltiples frentes, que busca, entre otras cosas, el respeto hacia un sector vital y estratégico de nuestra economía, como es el transporte por carretera, cuya rentabilidad está por los suelos, al igual que su paciencia. Hartos ya de estar hartos, el terreno está abonado para que suceda cualquier cosa.
Revista Transporte Profesional