
A todo esto yo me pregunto ¿qué hay de lo nuestro? ¡de los transportes!. ¿Cómo se va a desarrollar la Intermodalidad, los corredores Atlántico y Mediterráneo y el Eje-16, conocido por la travesía central de los Pirineos -ahora quieren quitarnos hasta el Aneto-? Ni siquiera se han puesto en marcha las conexiones del ferrocarril y la carretera a los puertos, la electrificación pendiente en varios tramos de la red, los gálibos, los nodos principales y prioritarios, la armonización de masas y dimensiones desde la UE y no cada país a su libre albedrío, la libre competencia de los puertos, los abusivos impuestos a la carretera, la carencia de créditos, los tráficos marítimos de corta distancia, SSS, para que en el Atlántico lleguen no solo a la Bretaña francesa que es periférica (a 459 Km de París), sino que operen en puertos situados más al este, cerca del corazón del Benelux, donde los camiones puedan operar en la misma mañana de llegada realizando la descarga y carga en la misma jornada; quién va a defender la flexibilidad en los tiempos de conducción cuando el conductor quede tirado en un descanso largo a 300/500Km de su domicilio y tiene que descansar el fin de semana en el camión ¿acaso no se descansa mejor en casa que en el vehículo? De todo esto ni una sola palabra ni un suspiro para un sector que genera más del 2% del PIB europeo, y supera los cinco millones de empleos. Siendo el transporte, junto a la agricultura y el comercio exterior, materia de política común básica europea contemplada ya en el tratado fundacional de la UE, no se entiende cómo nuestros representantes europeístas, incluidos los que solo dicen hablar de temas europeos, no dedican ni un gesto al transporte a pesar de constituir materia común, transversal y estratégica en tanto que determinante para el cumplimiento de los principales objetivos y principios de la UE: la libertad de movimiento de personas y mercancías.
Cuando esto se publique habrán pasado las elecciones, por ello resultaría inútil pronunciarme sobre el qué y a quién votar, pero vistas las manifestaciones de unos y otros y el silencio ominoso sobre los impuestos que al socaire de las infraestructuras y lo ecológico nos van a aplicar más pronto que tarde, lo mejor sería por parte del sector del transporte, en vez de votar, botarlos. Para qué votar a un Parlamento carente de soberanía: para teatro y remuneraciones privilegiadas, incluso fiscalmente, de paniaguados. Lo dicho.