
Sin embargo, no participábamos en su desarrollo y sí nos atañía lo que se legislaba con la participación de la otra parte contratante; por lo que le propusimos participar.
Panadero, que era y es muy listo, captó enseguida la propuesta de incorporarnos y, con ella, transformó el papel desempeñado hasta entonces por el Ministerio de transporte, que era el de juez y parte con los transportistas.
A partir de entonces asumió sólo el de juez y árbitro, siendo las partes confrontadas y reivindicativas los cargadores y los transportistas. Histórica la frase-divisa con la que se expresó dicho cambio: El Ministerio de Transporte lo es de los transportes, no de los transportistas. Posteriormente el ministerio pasó a llamarse de Fomento, con lo que, al parecer, al cambio quedó a mitad de camino.
Se podrían escribir varios libros sobre las reacciones suscitadas por el cambio. Los transportistas nos veían como el enemigo en casa, pero poco a poco se fueron dando cuenta de que éramos sus clientes, buenos, malos y regulares, pero clientes al fin y se fueron consensuando acuerdos, muchos menos de los deseados, pero dando pequeños y significativos pasos en pos de la modernización no solo del sistema de los transportes, sino también de las relaciones con la propia Administración pública.
Se parió la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres (LOTT) y su Reglamento (ROTT) y fuimos avanzando. Empezaron a entrar en escena TRANSPRYME (Asociación de Empresas con Transporte Privado) y desde hace unos pocos años AECOC ( Asociación de codificación), los que como principal actividad ostentan en nuestro país el control y gestión del código de barras aplicable en alimentación y grandes superficies que se quieren dedicar hacer soluciones logísticas para sus especificas necesidades, pero cometiendo el error de querer imponer sus criterios como dogma a todo un sector, el de los transportes, y digo error porque están haciendo lo mismo que han hecho los transportistas en el Ministerio cuando estaban solos, sin cargadores: negociar unilateralmente tarifas, ordenación y gestión con la Administración, con lo que se corre el riesgo de volver a la noche de los tiempos.
¿Por qué digo esto? Porque se han reunido las asociaciones de cargadores, entre ellas AEUTRANSMER, a la que pertenezco, y han ido a pedirle a la Administración, en concreto a la Secretaria General, que imponga ya los megatraílers y las 44 toneladas.
Si bien estoy de acuerdo con la petición no lo estoy con el procedimiento, pues antes tendríamos que exigir a nuestros representantes políticos en Europa dar la batalla para la armonización comunitaria en pesos y dimensiones, y que no sea cada país a su libre albedrío quien legisle por su cuenta haciendo reinos de taifas, malos muy malos para el sector, Y, sobre todo, que en vez de hacer esa reunión por la parte de atrás tendrían que hacerlo con los transportistas, con el Comité Nacional de Transportes por carretera.
Exponer, conversar y convencer pera llevar a la práctica las 44 toneladas y todo aquello que nos haga más competitivos. Pero siempre negociando para transportar más por más, ganar ambos y la Administración como notario y garante de los acuerdos. Sin esas condiciones y requisitos tendremos muchas dificultades incluso para poner en la carretera los megatrailers, si no al tiempo.
Revista Transporte Profesional