La cuarentena que hemos mantenido la gran mayoría de los ciudadanos para frenar la expansión de la COVID-19 ha hecho saltar por los aires todas nuestras rutinas.
Aunque la palabra tiene un cierto aroma peyorativo, simplemente señala esas acciones que a fuerza de repetirse se automatizan y dan estabilidad a la vida. Etimológicamente, rutina procede del término francés route, que es como llaman al camino. Ha sido un virus quien nos ha sacado de la carretera y ha detenido abruptamente nuestra marcha pero, también, nos ha permitido descubrir la diferencia entre lo accidental y lo necesario.
En casa hemos seguido teniendo agua, gas, electricidad, conexión a internet. Médicos y sanitarios nos han atendido en caso de necesidad. Farmacias, kioscos, supermercados, fruterías, panaderías… nos han provisto de todo lo esencial para sobrevivir sin apenas tener necesidad de salir. Lo que este frenazo nos ha permitido ver es que el abastecimiento no es un milagro, sino un exigente y constante trabajo que la pandemia también ha distorsionado.
Así, mientras muchos transportistas se han visto afectados por la parálisis de importantes sectores, como el automóvil, otros se han visto desbordados por el incremento del comercio online que, según un estudio de la consultora Nielsen, en la segunda semana de confinamiento aumentó en un 73,7%.
La importancia de internet
Enseguida descubrimos que la venta a través de internet nos permitía también disponer de productos no esenciales que, además, llegaban hasta la puerta de nuestra casa sin necesidad de contacto. Hay que reconocer que el procedimiento no es muy diferente del sistema de venta por catálogo que ideó Aaron Montgomery Ward en 1872. Sólo que ahora el pedido se hace por procedimientos digitales y la logística permite, en muchos casos, entregas en menos de 24 horas, cuando antes el proceso requería semanas.
El transporte ha contribuido a que la cuarentena haya sido mucho más tolerable y hasta confortable. El transportista es mediador entre un deseo o una necesidad y su consumación. Eso es algo que ahora apreciamos y valoramos. El informe elaborado por el Grupo Adecco “Resetting Normal: redefiniendo la nueva era del trabajo” ha constado significativos cambios de percepción de ciertos segmentos de actividad que, hasta el pasado mes de marzo, eran poco reconocidos y ahora son mayoritariamente apoyados por haberse hecho visible la relevancia de su actividad.
Porque hemos constatado que contribuyen a mejorar nuestra calidad de vida. El estudio abarca ochos países y, en el caso de España, el sector del transporte y la logística, el de la agricultura y el científico y farmacéutico se encuentran ahora entre los más valorados, con un 66%, un 64% y un 62% de los encuestados que han incrementado su evaluación.
Teletrabajo y transporte
La pandemia ha provocado una profunda contracción de la actividad laboral y de los mercados pero, también, ha servido para constatar que la productividad no está necesariamente asociada a la presencia. Aunque muchas empresas llevaban preparadas desde hace tiempo para introducir el teletrabajo, esta crisis ha sido el empujón que necesitaban para hacerlo.
En la normalidad que estamos construyendo es muy probable que se perpetúe un modelo en el que convivan la actividad presencial y el teletrabajo, pero esa es una posibilidad que no existe para el transporte. El único producto que llega a su destino, alguien ha tenido que traerlo. Es cierto que la inteligencia artificial nos permite imaginar camiones autónomos o drones de carga atravesando Europa, pero todavía falta mucho para eso y aún más para el transporte de última milla que nos acerca a casa los productos que solicitamos.
Drástica reducción del empleo y la facturación
Todo lo escrito hasta ahora podría hacernos pensar en una fiebre del oro del sector pero lo cierto es que la COVID-19 ha golpeado duramente a empresas y trabajadores. La Organización Internacional del Transporte (IRU) ha realizado un estudio para medir el impacto de la COVID-19 en el sector y los datos globales son escalofriantes. En 2020, la disminución de la facturación de las empresas de transporte de mercancías en el mundo será del 18%, unos 550.000 millones de euros.
En Europa, la facturación bajará en torno al 17% y España sufrirá un recorte entre el 11% y el 20%.
En los peores momentos del estado de alarma se calcula que, pese a ser un servicio esencial, la reducción de la demanda alcanzó el 60%.
Según los datos que ofrece la Dirección General de Trabajo, en la Comunidad de Madrid se han presentado 5.535 solicitudes de ERTE en el sector transportes, afectando a 5.008 empresas (de las que 4.816 eran PYMEs de menos de 10 trabajadores), afectando en total a 29.216 trabajadores.
Las causas de esta caída son muchas y fáciles de entender ante el colapso global que ha provocado la COVID-19: distorsión en los ciclos de transporte (con un elevado número de retornos en vacío), complicaciones adicionales derivadas del cumplimiento de requisitos sanitarios (uso de mascarillas, protocolos de carga y descarga, limitación de ocupantes en los vehículos); y caída generalizada de los precios por el grave desajuste entre oferta y demanda.
Al no ser esta una crisis sistémica como la de 2008, sino una derivada de la pandemia, es previsible una recuperación más rápida de la actividad económica y el empleo.
Los nuevos desafíos
Es tiempo de afrontar nuevos desafíos y gestionar de la forma más eficiente posible las necesidades logísticas que genera un comercio que ha registrado, según datos de la empresa Uno, un crecimiento fuera de todo rango imaginable. De los 125.000 paquetes que se entregaban cada día en España en 2013 se ha pasado a 1,25 millones en 2018 y la cifra puede haberse incrementado espectacularmente los últimos meses.
Algunos hábitos han venido para quedarse, como es el caso de la normalización del comercio electrónico, lo que va a impulsar el transporte de última milla y las entregas en plazos cada vez más cortos. Conciliar estas dos curvas va a exigir mucho más que esfuerzo y buena voluntad.
La implantación de herramientas digitales comenzó hace varios años con la generalización de sistemas de geoposicionamiento y navegación; el uso de aplicaciones para la gestión de cargas y control de flotas… pero ahora es el momento de integrar todas esas herramientas y aprender a escuchar la ingente cantidad de información que se genera mediante tecnología Big Data.
Los consumidores nos estamos acostumbrando a que una aplicación nos diga el estado y localización de nuestra compra, a que nos ofrezca alternativas en caso de que no haya nadie en casa para recibirla.
También hay que profundizar y generalizar la virtualización de documentos, de manera que se avance en la eliminación del papel, el uso de cartas de porte electrónica (e-CMR) para mejorar el tracking o rastreo de los documentos y agilizar los procesos de facturación.
Transporte, almacenamiento y logística son procesos esenciales en toda sociedad compleja y carga con un peso reseñable en la economía y en la generación de empleo. Los últimos datos de los que dispone el Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid son de 2017. En ese año, el sector de transporte y almacenamiento generaba el 5,96% del PIB de la región con un valor de 11.900 millones de euros y una suave tendencia al alza que se inició en 2009.
Una de las pruebas del extraordinario papel de este sector es la alta sincronización que existe entre el transporte de mercancías y el crecimiento del producto interior bruto (PIB), lo que convierte al primero en un buen indicador adelantado de la evolución de la economía.
La globalización ha conseguido que no nos extrañemos al encontrar en un mercado rambután, mangostino o lichis. También nos parece normal que pocas horas después de enviar un correo electrónico tengamos en la puerta de casa aquello que habíamos solicitado.
Ya sea de larga distancia o de última milla, el transporte está llamado a tener un papel cada vez más importante en nuestra vida y esto conlleva una creciente complejidad en la gestión de flotas.
El transporte es hoy casi una ciencia pero la visibilidad y alta valoración que registra tras la crisis del COVID-19 la ha conseguido gracias al comportamiento, ejemplar en lo profesional y lo ético, de todas las personas implicadas en este proceso.
Hay un futuro prometedor para este sector después de que supere este presente trufado de retos a los que tenemos que dar respuesta y utilizo la primera persona del plural no porque sea transportista sino porque la política es razón y mediación y el transporte es esencial.
Ángel Garrido
Consejero de Transportes, Movilidad e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid