Quizás no lo recuerden, pero han transcurrido cinco años y medio (julio de 2013) desde la reforma de la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres, LOTT.
Su desarrollo, a través de su Reglamento, el ROTT, debería haberse publicado en 2015, acatando las disposiciones de esa norma. No ha sido así y se ha perdido un tiempo precioso para reordenar el sector, por culpa de los cambios de gobierno y de la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo, que eliminaba el requisito de los tres vehículos para el acceso al mercado.
No podemos decir que la Dirección General de Transporte no haya hecho su trabajo, pero se ha visto sobrepasada y a veces anulada por las intrigas y avatares políticos. Pero tampoco se entiende el porqué de “ese ocultismo en no facilitarnos el borrador del ROTT con suficiente antelación para poderlo estudiar en detalle”, según ha manifestado el vicepresidente de la CETM y presidente del Comité Nacional, Carmelo González. Y es que la norma estuvo en la cuerda floja y solo el estado de enorme indignación y la amenaza una vez más de un paro, el miércoles 13 de febrero, logró conjurar el “coladero” que suponía el acceso al mercado con un solo camión sin límite de antigüedad.
El nuevo ROTT tiene el consenso del Comité Nacional
La última redacción del borrador había fijado en seis años el requisito de antigüedad media de la flota (a la hora de renovar o ampliar la misma); finalmente queda establecida en cinco meses o, para ser más exactos, “no podrá superar la que dicha flota tenía antes de la nueva adscripción o sustitución”: la diferencia es abismal. El cambio fue realizado a toda prisa por Fomento, de forma que el ROTT fue modificado y aprobado en el Consejo de Ministros del pasado viernes 15 de febrero, el mismo día que se convocaron las elecciones generales.
Subsisten, en la nueva norma, temas en extremo preocupantes, como todo lo relativo a la pérdida de la honorabilidad, estrechamente ligada a la figura del gestor de transporte, que puede conllevar riesgos destacados como la anulación (suspensión, en principio) de la autorización. Y no son pocas las infracciones en las que se pueden caer, que darían lugar a sanciones que algunos expertos no han dudado calificar como desproporcionadas.
Por supuesto, la espada de Damocles penderá sobre la empresa a través de su gestor (antes “capacitado”) de transporte y de que éste realice bien su trabajo (nada menos que 14 funciones), aunque la normativa no aclara expresamente la forma de comprobarlo.
El nuevo ROTT introduce múltiples cambios de calado, como los referidos a la capacitación, especialmente en los exámenes; la prohibición de realizar en la cabina el descanso semanal normal de al menos 45 horas; el endurecimiento de las sanciones en los tiempos de conducción y descanso y excesos de peso, además de otros relacionados con las autorizaciones y la transmisión de las mismas, la capacidad financiera o el concurso de acreedores.
Se abre aquí un periodo de estudio sobre las particularidades de esta normativa y su verdadero alcance y consecuencias prácticas para el normal desenvolvimiento del trabajo en las empresas de transporte. En este mismo número publicamos lo más destacado.
El transporte, ese gran desconocido
La aprobación del ROTT, con el consenso del Comité Nacional, era uno de los doce puntos reivindicados por las asociaciones de transportistas, que bien podríamos dar por zanjado, pero quedan once más. En términos generales, bien podríamos afirmar que no se presta el debido interés, por parte de los ministerios implicados: Justicia, Interior, Hacienda, Transición Ecológica, Trabajo, Industria y, por descontado, Fomento, en la resolución de los mismos.
De alguna forma, se tiene la sensación de que se ningunea al sector del transporte, de que no se es consciente de su importancia, de su condición de “estratégico” en nuestra economía. La convocatoria de elecciones anticipadas coadyuva a incrementar esta percepción. Es cierto que se avanza, despacio, sin pausas, pero aún queda mucho trabajo por hacer.
Hay que seguir negociando, con este Gobierno o con el que salga de las urnas. Es nuestro sino.
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