Vaya por delante que no quiero pecar de escepticismo, ni siquiera de pesimismo, con el titular que reza este editorial, todo lo contrario, siempre me he considerado muy optimista en todos los órdenes de mi vida, si bien en cuestiones relacionadas con el sector del transporte de mercancías por carretera no lo era tanto, dados los antecedentes. Pero ahora mi perspectiva ha variado en todos los sentidos.
¿Y por qué? ¿Qué ha hecho cambiar mi visión? Pues porque parece que en esta ocasión el Ministerio de Transportes ‘se ha puesto las pilas’, que de verdad ha entendido las necesidades de un sector que había tomado una deriva peligrosa, y no precisamente por su propia culpa.
Cierto es que cuando algo no marcha, en cualquier ámbito de nuestra sociedad, no podemos echar las culpas solo a una parte, todos ponen su ‘granito de arena’, consciente o inconscientemente, para que las cosas no lleven el cauce correcto. Pero en este caso concreto, desde mi punto de vista, cargadores y Administración se llevan la palma a la hora de gestionar una ‘relación’ que en los últimos tiempos ha sido lesiva.
Los primeros porque siempre han ‘arrimado el ascua a su sardina’, sin importarles las consecuencias, y los otros porque muchas veces se han puesto la venda en asuntos de tanto calado y trascendencia como la problemática derivada de la carga y la descarga o el incremento de los costes, sobre todo por el aumento del precio de los carburantes y la inexistencia de una cláusula de revisión que mitigase esta tendencia alcista.
Sea como fuera, es cuestión de hacer ‘borrón y cuenta nueva’ y así parece que lo han entendido todas las partes.
En este sentido, no cabe sino felicitar al Comité Nacional, con su presidente, Carmelo González, a la cabeza, por su ardua labor en las últimas semanas, y en esos días en los que la tensión estuvo a flor de piel y donde se pasaba del optimismo al pesimismo y viceversa en cuestión de horas, incluso de segundos.
También el Ministerio de Transportes puso de su parte, no sin antes dar la sensación de cierto pasotismo basado en la creencia de que el sector recularía y desconvocaría el paro sin más. Y sí que lo hizo, sí, pero no ‘sin más’, sino ‘por más’. Más atención, más respuestas, más respeto, más soluciones, en conclusión. Y en ello tuvo mucho que ver la postura de fuerza, siempre pacífica, que el propio sector mantuvo al salir a la calle para reclamar (en definitiva) la dignificación de esta actividad. Eso sí, esto ha sido un aviso a navegantes y los cargadores ya no tienen excusas para cumplir obligatoriamente con lo acordado.
Ahora bien, es en este momento, tal y como apunta González en la entrevista que publicamos en este mismo número, cuando empiezan las verdaderas negociaciones. “Lo conseguido digamos que es un punto de inflexión”, asegura. Es decir, es como si empezáramos de cero y creo que esta vez, entre todos, se sacará adelante lo pactado.
Pero no quería concluir mi primera editorial sin hacerme eco de un nuevo frente abierto en los últimos días. Y es que el Comité Nacional ha impugnado judicialmente el plan de ayudas para la renovación de flotas por dejar fuera a los camiones de gas. No cabe duda de que ‘llueve sobre mojado’, en tanto que la discriminación al transporte de mercancías por carretera en este aspecto viene de lejos, y siempre se queda fuera de cualquier tipo de apoyo en este sentido.
Esperemos que las cosas cambien ya que, tal y como advierte José López-Tafall, director general de ANFAC, desde esta asociación “apoyamos que se introduzca una vía de fondos propios que permita a estos vehículos poder acogerse a ayudas, en la línea que se están impulsando en países como Alemania o Italia”.
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