Hablo de camiones, de la carretera, porque éste es el papel que debería desempeñar nuestro modo de transporte, aunque –evidentemente- no siempre es el caso. Y esto es precisamente lo que se ha tratado de desentrañar, de aclarar, en el I Foro de Transporte Intermodal celebrado en Gijón el pasado 28 de octubre organizado por ASETRA, con la colaboración de la CETM y de Transporte Profesional, del que informamos ampliamente en este número.
Millones de toneladas se transportan cada año por ferrocarril, a través de Renfe o de Operadores ferroviarios privados; y otras tantas se embarcan desde nuestros puertos a países del centro y norte de Europa o de la ribera del Mediterráneo, realizando trayectos generalmente cortos, lo que se denomina Transporte Marítimo a Corta Distancia (Short Sea Shipping, en la jerga internacional).
Pues bien, estos transportes, sobre todo el marítimo, están teniendo cada día una importancia más creciente; ello es lógico si consideramos que la actividad de la exportación y por ende del transporte internacional, es una de las pocas que aún funcionan. De ahí que sea vital participar directamente en el transporte comodal o intermodal o combinado, llámenlo como ustedes quieran.
Se penaliza a la carretera, con nuevas tasas e imposiciones fiscales de todo tipo, con restricciones al tráfico…, lo que supone un incremento de costes y de barreras sin fin que asfixian a nuestro sector Mientras, se protege al ferrocarril, se otorgan también subvenciones a la creación de nuevas líneas marítimas de corto recorrido, se acelera, en definitiva, el trasvase de mercancías a otros modos de transporte.
Claro está que la actual estructura de nuestro sector facilita esta política. El perfil de nuestras empresas, muy atomizado y la prácticamente nula mentalidad enfocada a pensar que se puede operar con otros modos de transporte que no sean únicamente el camión, suponen –a priori- una barrera más que es preciso desterrar.
Hay que partir de la premisa de que es el transporte por carretera quien detenta más del 85% de las cargas, quien contrata con el cargador. En este sentido, intentar potenciar el Intermodal sin el concurso deltransportista por carretera supone un grave error; son precisamente los clientes quienes han elegido nuestro modo de transporte, por ser más versátil, competitivo y eficaz, además de económico.
Y son también los transportistas, de acuerdo con sus clientes, quienes deben decidir en qué forma transportan sus mercancías, utilizando el tren o el barco como un medio más, complementario, del vehículo. Aquellas empresas que sepan adaptarse, adelantarse a las nuevas exigencias de los mercados, ofreciendo a sus clientes otros modos, siempre bajo su control, serán las que perduren, siendo más competitivas y rentables.
Está claro que las instituciones deben no solo velar, sino poner en valor al transporte por carretera, facilitando el acceso de éste a la utilización de otros modos. Para ello es preciso liberalizar –como se ha hecho con la carretera- al resto de los modos, especialmente al ferrocarril y, sobre todo, a Renfe y su monopolio.
No sólo hay que terminar con las subvenciones, sino solucionar las enormes carencias existentes en cuanto a infraestructuras se refiere en puertos y estaciones ferroviarias, implementando accesos, aparcamientos y servicios, además de eliminar burocracia y limitaciones de todo tipo, como las horarias y de personal (es el caso de los estibadores), a fin de optimizar costes y productividad.
El intermodal “es” nuestro, o debe serlo, en el sentido de que el transporte de mercancías por carretera debe tener el protagonismo, el liderazgo, en su ejecución. No queremos arrogarnos nada que no nos corresponda, simplemente se trata de colaborar con otros modos de una manera racional, basada en el entendimiento y las buenas prácticas.