
Para Ramón Vázquez, el estudio es científico, riguroso y válido para tomar decisiones, y muestra los graves desequilibrios que existen en el plano territorial.
Un CTL debe tener, como mínimo, 15 Has. y 25.000 m2 de naves y alamacenes, en opinión de Francisco Jiménez. De otro lado, debe se capaz de generar inversiones y actividad económica importante, además de empleo. Por supuesto, debe ser un punto de encuentro de flujos de mercancías, racionalizando el uso del territorio.
La evolución
A principios de los años ochenta, comenta Francisco Jiménez, eran simples aparcamientos de vehículos, con régimen TIR y algunos servicios para conductor y vehículo. En la década de los 90 entra la iniciativa pública de lleno y comienza a interesarse la privada. Los recintos multiplican su extensión y llega la intermodalidad. Al transportista no le interesa entrar en los Centros por una cuestión de precio.
“Con el cambio de siglo –continúa explicando Jiménez- llegan las denominadas plataformas logísticas, se incorpora definitivamente el sector privado y la presencia del ferrocarril se hace más patente; no obstante, algunos políticos ponen en riesgo determinados proyectos que en realidad no son viables”.
En la actualidad, los cambios son aún más evidentes. Por un lado, se apuesta más por corredores que por CCAA o ciudades, lo que significa que se ha producido una nueva distribución geográfica, a la hora de su implantación. El sector privado se ha involucrado fuertemente y la intermodalidad es un hecho corriente en las megaplataformas.
El incremento de la oferta de suelo logístico: “de 2002 a 2008 se ha multiplicado por cuatro”, según los datos de Francisco Jiménez, quien asegura que “en los próximos 15 años hay planificada una oferta cuatro veces superior a la actual”.