Esta cifra es solo una parte de los 50.000 millones de euros asignados a este macroproyecto, cuyo plazo de financiación abarca desde el pasado año hasta el horizonte del 2020.
Entre otros objetivos se encuentran el desarrollo de las redes transeuropeas en los sectores del transporte, las telecomunicaciones y la energía, con la construcción y mejora de las infraestructuras, dando prioridad a los enlaces entre los diferentes modos de transporte, con accesos directos a puertos y terminales ferroviarias. La eliminación de cuellos de botella y la creación de conexiones transfronterizas, sin olvidar las plataformas logísticas, son también de interés prioritario.
Por supuesto, las conexiones ferroviarias y las vías fluviales navegables se llevan un buen trozo del pastel.
La finalidad de estos planes de inversión no es otra que la reactivación del crecimiento de la Unión Europea, lastrada por las carencias económicas en cuanto a potenciación de los fondos destinados a este capítulo, que propiciará la creación de empleo.
Sistemas inteligentes para el transporte
La innovación, en lo que respecta a los denominados "sistemas inteligentes de transporte" constituye otro de los apartados de interés. Nada menos que 1.100 millones de euros (dentro de los 7.600 citados), se destinarán a la financiación de equipos que permitan mejorar la gestión del tráfico, pero esta vez en los modos ferroviario, aéreo y fluvial.
Sin el concurso de las grandes empresas y de una decidida actuación por parte de los políticos, esta lluvia de capital bien podría ser papel mojado. Con esta segunda fase, los Estados pueden acceder a 6.500 millones de euros, dentro del Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas.
Veremos qué hace el nuestro, después de que pase la tormenta electoral.