
No podía fallar en el circuito del Jarama y no lo hizo. Y es que tan solo le faltaban cuatro puntos para hacer realidad su sueño –le sacaba 57 puntos a su más inmediato perseguidor, Markus Bösiger, a falta de 60 por disputar-, con lo que todo estaba preparado para que Antonio Albacete recogiese el trofeo que le acreditaba como campeón.
Así con un ambiente magnífico en la grada, conseguía el cuarto puesto en los entrenamientos, tras los Renault del propio Bösiger y Oestreich, y el MAN de Levett. Posteriormente en carrera, Antonio Albacete no tomaba ningún riesgo a sabiendas que su posición en la parrilla le bastaba para alcanzar su objetivo. En cualquier caso, tuvo tiempo de adelantar al británico y lograr un podio histórico, en tanto que le valía para ser campeón.
Con la lógica alegría en el equipo y del público, se diputaba una segunda carrera en la que el madrileño pasaba de la séptima a la tercera plaza –por eso de la parrilla invertida- en pocas vueltas, si bien un pinchazo posterior le relegaba a la sexta plaza final.
“Todo el equipo está emocionado con este triunfo. Supone la culminación de meses de duro trabajo y lo hemos conseguido en casa ante una afición que cada año llena este circuito”, declaraba emocionado Albacete.
Ya el domingo, el nuevo campeón conseguía dos podios en otras tantas carreras ante un apasionado público que vibró en todo momento con la maestría de Antonio Albacete y el resto de pilotos. Quienes aprovecharon la “relajación” del español fueron los dos Renault, que se imponían en la tercera carrera de un manera clara, mientras que en la cuarta y última, la victoria fue para David Vrsécky, con Adam Lacko segundo y Albacete tercero.
Al finalizar la carrera, el piloto madrileño lanzó su casco al público que estaba concentrado en la zona conocida como “Supersiete”, poniendo así el broche final a una temporada de ensueño.
(c) fotos: Juan Caraballo