Tras las propuestas lanzadas desde los Estados miembros de la Unión Europea para resolver el problema de la deuda, está la posibilidad de emitirla de forma conjunta por los 27. Esto supondría que, por ejemplo, la deuda española sería la misma que la alemana (en la actualidad no es así). Por lo tanto, el pasivo (es decir, lo que se debe) ya no sería de cada Estado, sino de Europa.
De este modo, el Banco Central Europeo se convertiría en un organismo similar a la Reserva Federal de Estados Unidos, por lo que la deuda contaría con su respaldo. Así, los inversores exigirían menos intereses por adquirir nuestra deuda.
¿Qué supondría esto para los distintos países de la Unión? Pues un alivio para los Estados del sur (España, Italia, Grecia, Irlanda, incluso Francia), ya que podrían colocar su deuda mucho más barata. De este modo, sus primas de riesgo bajarían, se terminarían las medidas de ajuste y sus economías podrían, por fin, crecer.
En cambio, para socios solventes (como Alemania), esto supone incrementar riesgos, porque asumiría la deuda de países que están en peor situación y, además, esto podría tener un efecto de arrastre en el endeudamiento europeo. En su alegato en contra, Alemania argumenta que es una medida que los tratados no permiten y que, antes de hablar de eurobonos, se debería hablar de integración fiscal. Es decir, que los Estados miembros deberían ceder soberanía en todo lo relacionado con los impuestos, permitiendo así que organismos supranacionales tomen decisiones que afectan a los Estados miembros.
La discusión de este tema ha hecho chocar a Francia y Alemania, los dos principales actores de la Unión Europea. Mientras que François Hollande defiende su implantación (apoyado por España, Italia y Luxemburgo), para Angela Merkel, “los eurobonos no contribuyen al crecimiento europeo”. Según los analistas, lo que ocurre es que hay un problema de falta de confianza en la eurozona.