REVISTA TRANSPORTE PROFESIONAL
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La directora general de Transporte por Carretera y Ferrocarril, Roser Obrer, acaba de remitir a este organismo un calendario de reuniones con el Comité Nacional para los meses de enero y febrero, en el que incluye los siguientes temas a tratar: escasez de conductores; digitalización; descarbonización y Ley de la cadena de transportes.
Habrá que ver si realmente se quieren resolver los problemas o es otro brindis al sol.
Por lo demás, el año se nos avecina complicado. La implantación de nuevos peajes en distintos países de Europa elevará sensiblemente los costes del transporte internacional que tendrá dificultades para poderlos repercutir en sus precios.
De momento, en España no se implantarán, pero la incertidumbre está ahí. Lo mismo ocurre con la previsible modificación del Impuesto de Hidrocarburos, equiparando el tipo impositivo referido al gasóleo al de la gasolina, lo que provocaría tremendo impacto en el transporte con vehículos de menos de 7,5 toneladas, al que no se le aplica la bonificación del gasóleo profesional. Tampoco está claro que el Gobierno tenga intención de que esta subida, caso de producirse, pudiera bonificarse para el transporte de más de 7,5 toneladas.
Con los datos registrados a septiembre de 2024, las exportaciones de productos hortofrutícolas han subido en toneladas respecto a 2023, pero desconocemos el impacto que tendrá el nuevo acuerdo de la Unión Europea con Mercosur cuyas principales exportaciones a Europa las constituyen los productos alimenticios y agrícolas.
La reducción y el control de la jornada laboral, así como la jubilación anticipada de los conductores, impactará especialmente de manera negativa en el transporte si no se adoptan medidas que permitan la incorporación urgente de nuevos conductores.
"No quiero ser agorero, pero no veo un horizonte claro para el transporte, aunque, como siempre, confío en la inmensa capacidad de sufrimiento y de adaptación que tienen nuestras empresas para salir adelante"
La obligatoriedad de la factura electrónica y, más tarde, la carta de porte electrónica, al margen de sus beneficios, supondrán un coste de adaptación para el sector, especialmente para el transportista autónomo y las pequeñas empresas, mayoritarias en el sector.
Si nos vamos un poco más allá en el tiempo, la declaración de la huella de carbono, obligatoria ya en algunos países, o la compra de derechos de emisión nos avanza un horizonte complicado, sobre todo en un sector con bajos niveles de rentabilidad.
Ignoro si seguirán produciendo adquisiciones de empresas de transporte (la última de ellas, hace menos de un mes). Parece que las empresas tratan de afrontar el futuro creciendo en tamaño.
Pero los resultados de estas adquisiciones están por ver. Ya en algún caso se percibe que la decisión de la compra de una compañía no fue la decisión más acertada, o que ésta no se planteó de la manera adecuada y los resultados no están siendo los esperados.
No quiero ser agorero, pero no veo un horizonte claro para el transporte, aunque, como siempre confío en la inmensa capacidad de sufrimiento y de adaptación que tienen nuestras empresas para salir adelante.