En aquel momento me encontré con personas abiertas, jóvenes, con vida, y quise formar parte de ese equipo: era el Ministerio de Transportes en 1985. Se cumplían diez años en que todo había cambiado en nuestro país y todo estaba por hacer y yo tenía muchas ganas de participar, pero no sabía cómo.
Construyendo un futuro
Aquel podía ser un lugar idóneo para ayudar a construir algo. Lo veía entonces como una ventana al conocimiento, a la sociedad. ¿Podía ser aquella mi profesión? ¿Me dispondría a trabajar en poner paz en el alborotado mundo del transporte? ¿Cuánto tiempo podría durar aquella atracción?
Visto desde la perspectiva de los años, es raro cómo la vida -con mayúsculas- te va empujando a un camino que nunca había pensado. Siento que no he dominado el trascurso de mi vida y todo se ha ido escribiendo de una manera que ni que yo mismo sé cómo. Por ejemplo, ayer estaba en mi despacho con otros colegas mientras dábamos un repaso a los asuntos más importantes de la próxima liberalización del transporte de viajeros por ferrocarril, cuando sonó mi teléfono y era Javier Baranda, editor de Transporte Profesional. Me pidió un artículo para una edición especial en conmemoración del número cuatrocientos y no me puso tema, pero sí me pidió estilo. Así que aquí estoy, un martes por la tarde -después de analizar una sentencia del Tribunal Constitucional y de haber preparado un texto para un futuro análisis y estrategia para el sector de la logística y el transporte-, que me veo escribiendo y removiendo mi vida profesional.
De verdad que todo es extraño: no buscaba el mundo del transporte y me salió al encuentro; no tenía ninguna ambición relacionada con desempeñar puestos relevantes, y tan solo quería hacer bien mi trabajo, y me vinieron a buscar para ir construyendo puentes: cuántas veces me he preguntado por qué (y por qué habré dicho que sí). Así que llegaron los momentos de mayores compromisos, primero seis años como Subdirector General y luego casi doce como Director General de Transporte Terrestre. Recuerdo en cada etapa el primer día y el último como si fueran hoy. Recuerdo la dificultad de liberalizar, la voluntad férrea en cambiar un modelo anticuado de contingentes y de fijación de precios, y a la vez la organización de un proceso de transición del sector hacia la modernización, que luego se vivió de forma intensa en la primera década del siglo XXI hasta que nos dimos de bruces con la crisis.
En defensa del sector
Este Javier me ha hecho remover todo el pasado. Me levanto y voy a un armario donde guardo las agendas pasadas (¿para qué guardaré esas cosas? ¿quizá para momentos como este?), abro una y leo, 12 de abril de 1996, viernes, asamblea de CETM; y ese mismo año, el 7 de noviembre, la presentación del Extra Europa con la entrega de los Premios Europa del Transporte.
Me acerco a un estante y allí miro una pequeña escultura con un rótulo que incluye mi nombre y dice que es un premio en defensa del sector, año 2010. Luego voy abriendo una agenda tras otra y un caudal de anotaciones olvidadas van cayendo en cascada: curso de verano en El Escorial; Comisión de Directores Generales de Transporte Estado-CCAA; convenio con Defensa; reunión con sindicatos de Europa; preparación Consejo de Ministros de la UE; Consejo Superior de Seguridad Vial; plan Petra; estudio de salud de los conductores; cumbre hispano-alemana; tacógrafo digital; el 13 de junio de 2001 reunión con el Presidente del Comité Nacional de Transporte por Carretera para hablar de la LOTT; y el mismo año, 14 de junio jornada del CEL en Barcelona y 15 de junio asamblea de Astic en Tarragona.
Agotador lo que estoy reviviendo.
Ávido de conocer gente, de vivir experiencias que me enseñaran, y frustrado por todo lo que no he podido hacer, he ido cumpliendo años con el sector: Alfredo Irisarri, Manuel Monfort, Marcos Montero, Ovidio de la Roza, por citar a los responsables de la CETM como asociación más representativa. Cuando hoy me siento a hablar con algunos de esos protagonistas que compartimos aquella época, les veo sus arrugas y me veo como quien en parte ha ido trazando alguno de esos surcos mientras compartía horas de construir las redes de compromisos que han hecho posible un clima pacificado.
He vivido el pánico de la hoja en blanco de cada día, recibir a empresarios, sindicatos, asociaciones, gentes de otras administraciones, diplomáticos, policías y militares, científicos, universitarios, consultores, inventores, logísticos, vendedores de todo, gente que te necesita, gente para quien eres alguien que puede ayudarles. Y descubrirse a uno mismo enredado en la trampa de querer gustar, o no saber salir de un halago ni de una crítica, de meter la pata más de un día y de dos. Días redondos, completos, iluminados y días de salir corriendo. Sensaciones de ser en algún momento un nadador al que las corrientes le llevan, sentir el esfuerzo de flotar y la dificultad de acercarse a la orilla.
Cuéntame
He conocido a mucha gente que se ha ido marchando, pero no los borro de mi agenda, y a veces cuando le doy un repaso me saltan sus nombres y de repente me brota en el corazón un recuerdo vívido de sus gestos. Pienso que se podrían leer los cuatrocientos números de Transporte Profesional y hacer el relato vivo de las personas y de tantas horas de encuentros y de debate. Seguro que habrá mil formas de contarlas, en definitiva, la memoria es un invento de cada uno, y resulta poco consistente. Tan solo siento que no he podido llegar, con la profundidad que me apetecía, a conocer bien a tantas personas que han estado cerca de mí. No sé si fui rácano en el trato o si era materialmente imposible atender tantas muestras de cariño y gratitud como me he encontrado siempre en el mundo de la logística y del transporte.
Pasados los años, treinta y cinco ya, me atrapa a veces la extraña sensación de que todo está ya escrito para mí en el mundo del transporte y en el Ministerio de Transportes. En ese momento miro hacia atrás y siento que fue una buena decisión haber trabajado pensando en el bien común desde una administración pública -aunque la oficina esté en un edificio de granito que encoje el pecho al que lo mira-, y haberlo hecho con una actividad como el transporte, donde se da todo, la sociedad, la economía, los viajes, el comercio, la cultura, las ilusiones, los caminos en todas las direcciones, el conflicto y el acuerdo, lo práctico y lo teórico, lo justo y lo injusto, la emoción de lo que puede romperse en un segundo y la sensación de estar construyendo en compañía algo importante.
Estoy pensando ahora que -quizá en algún mes próximo que ahora mismo no sé-, durante el año 2020, dejaré mi trabajo en la administración pública y me volcaré en una vida diferente. En el fondo todo está por escribir.
Juan Miguel Sánchez García es asesor de la Dirección General de Transporte Terrestre y Vocal del Consejo Nacional de Transporte Terrestre.
https://www.youtube.com/watch?v=8IAMQvjheAY
Revista Transporte Profesional