La explicación a este “fenómeno” es sencilla: “si bien la actividad industrial y comercial se ha incrementado, las tarifas de transporte han descendido hasta un 20%, fruto de malos periodos anteriores. Hay más trabajo, pero menos rentabilidad, y las empresas están en pérdidas continuadas”.
Irigoyen opina que existe un “claro conformismo en el sector y tal parece que la situación nos supera a todos y ya no tenemos fuerzas para innovar”. Se está equilibrando oferta y demanda, debido al cierre de muchas empresas de transporte, “pero las que continuamos en pie tenemos grandes dificultades. Las flotas se están convirtiendo en chatarra, porque no se invierte en material móvil. Se aguanta con el vehículo viejo, pues es inviable la renovación, y se repara mucho, sin darnos cuenta de que es el mayor error que podemos cometer”.
Con el grifo cerrado, por parte de las entidades financieras, es muy difícil financiar activos: “en cuanto hablas de transporte, son reacias a estudiar cualquier proyecto y las empresas que consiguen créditos ICO son muy escasas. Normal, pues los balances están “tocados” y ahora las garantías son durísimas”.
A este panorama debe añadir la morosidad. “En mi opinión- asevera- sigue al alza, aunque en menor cuantía, y los peores pagadores son las empresas de transporte y logística, nada extraño en vista de su ruinoso estado”.
“Los peores pagadores son las empresas de transporte y logística”
EL "BAILE“ DE LOS CARBURANTES
"Estamos impasibles y sin reacción alguna, porque los precios del transporte no mejoran y es imposible repercutir costes a los clientes”, añade Rafael Irigoyen, quien menciona la continua subida de los carburantes: “salvo empresas puntuales, que tienen cláusulas de revisión el resto “bailan” al son que marcan los precios de los carburantes. Cualquier variación incide en nuestra cuenta de resultados. Es triste decir que en estos momentos con las tarifas que se cobran en el mercado, es inviable mantener la actividad sin arruinarse”.
LA COLABORACIÓN COMO SALIDA
Irigoyen sigue pensando que cada vez es más necesaria la colaboración entre empresas. “Algunos –comenta- podrán interpretar esto con un “cartel”, pero no existe institución –incluida el Tribunal de la Competencia- que pueda obligar a nadie a trabajar por debajo de costes; sin embargo, no conseguimos poner en marcha esta acción, debido a la desconfianza que reina entre nosotros”.
Rafael Irigoyen no espera demasiado de la Administración, aunque sí alguna reacción de la parte empresarial, “pero no aprendemos y confiamos cuando corren aires de euforia o bienestar, sin pensar que en momentos como los actuales se pierde todo lo que hayamos podido construir en años de trabajo y lucha diaria”.
Nuestro protagonista cree que el Gobierno debería contener el precio del combustible, “algo difícil y complicado”, aparte de recomendar a sus colegas el incremento de precios: “es mejor perder clientes que arruinarse uno mismo”.
A su juicio, en la medida que la economía crezca, faltará transporte, “algo absolutamente inaceptable. Ni los gobiernos ni la industria y el comercio han hecho caso a nuestros mensajes, pero esta vez va en serio. No podremos realizar grandes inversiones cuando el mercado lo exija, sin las mínimas garantías. Hemos sido demasiado benevolentes con nuestros clientes y con los mercados. Espero que de esta lección todas las partes hayamos aprendido”.