Javier Baranda.- ¿Qué recuerdos le trae a la mente esa primera etapa de la revista, en la que se editaron 35 números?
Alfredo Irisarri.- Lo recuerdo divertido, pues el proyecto de la revista nació en un entorno en el que había gente con ganas de comunicarse, aunque para nosotros fue muy complicado hacerlo. Los seis primeros números fueron como una losa, pero logramos financiación, sacamos tiempo de donde podíamos, hasta que tuvimos la visión de que eso tenía que hacerlo algún experto profesional y entonces hablamos contigo.
JB.- Imagino que nació para aglutinar a aquellos que no sabían de qué forma podían encontrarse en un frente común.
AI.- Aquella fue una época muy singular en todo el contexto social y económico del país; la Transición se había hecho en el año 77-78. Ahí nacieron las organizaciones empresariales, las sindicales. Eso fue un volcán social, económico, democrático, y cuando un volcán erupciona, hay de todo. En ese maremágnum las asociaciones de transporte tuvieron su devenir. Hubo una primigenia, que era la FNTM; a lo largo de los años todo se fue reubicando. Conetrans nació de una fusión de organizaciones procedentes de la Federación Nacional. A raíz de ahí se rearticularon las provinciales, reubicándose en Conetrans. Había unas especialidades llenas de buena gente, de ámbito más nacional. Comenzaron las conversaciones y surgieron ideas de convergencia, mucha flexibilidad, mucho ánimo y mucho espíritu de colaboración. Y así nació la Confederación, la CETM.
JB.- ¿Cómo se capearon las dificultades de estos inicios?
AI.- En aquel ambiente de renovación social, económica, política y de organizaciones sindicales y empresariales, había muchas dificultades, pero primaba el sentimiento de ilusión, de empuje y de futuro, porque estábamos estrenando un sistema democrático homologable al que existía en toda la UE. De una forma increíble, en tan solo 10 años (a partir del año 1975), el país cobró estabilidad política y social, y la CETM se consolidó en el año 1985 ¿Cómo se logró eso? Pues porque a pesar de las convulsiones primaron esos sentimientos.
En el año 85 la CETM era una organización poderosa, sólida, llena de gente, y eso fue el trabajo de muchísima gente, en las provinciales. Miles de empresarios que dedicaron una buena parte de su tiempo a las organizaciones provinciales o las sectoriales nacionales, las especialidades y luego a la cúpula de la CETM.
JB.- Usted estuvo varios años como secretario general, antes de ser presidente.
AI.- Estuve seis años y desaparecí, pues tenía otros escenarios e ilusiones profesionales. Al cabo de dos o tres años, el proceso de convergencia de la Confederación era complicado y, no me preguntes cómo, pero me encontré en mitad de esto y lo asumí porque se alegaba que era necesario profundizar en ese proceso. Aunque apenas le podía dedicar tiempo, tuvimos la fortuna de contar con una presidencia colegiada. Éramos cuatro presidentes, yo mismo, el presidente de Conetrans, Manuel Monfort, el presidente de ASTIC, Miguel Ángel Ochoa y el presidente de Cisternas y de especialidades Enrique Ortiz. Nos repartíamos el trabajo, íbamos a los actos unos u otros, había una especie de comunión, de gestión de la Confederación, absoluta, además de un Comité Ejecutivo excelente y de una Junta Directiva que llegó a conocerse bien en aquellas Jornadas de El Escorial y, además, a tener una fuerte identidad corporativa como Confederación. Ese fue el éxito, generar unión.
JB.- Aún recuerdo los paros que se hicieron en aquella época. ¿Fue bastante duro, no?
AI.- Paros he aguantado una docena y algunos realmente catastróficos, con el país semiparalizado. Parar el transporte era relativamente sencillo, pero no eran paros nuestros. La organización nunca ha sido de paros, pero sí ha estado inmensamente movilizada, con las herramientas empresariales, negociaciones, estudios, informes, reuniones. Lo discutíamos todo, la ley del transporte, la LOTT, en hoteles, en la Confederación, en el Ministerio, rodeados de asesores. Yo creo que así se hacen las cosas. Aquello fue maravilloso, unas formas extraordinarias de convivir la Administración y los empresarios de transporte; y con los sindicatos hicimos el primer convenio marco, y eso solo lo mueve la ilusión, no el interés propio de alguien.
JB.- ¿Cuáles son las diferencias más sobresalientes desde aquellos tiempos a la actualidad?
AI. Todos los agentes sociales y económicos, hasta las empresas y las personas, mutamos con el tiempo. También en la CETM ha habido cambios, algunos positivos y otros no.
Aunque yo estoy fuera del foro de opinión, soy consciente de que los procesos de renovación deben ser más de verdad y sobre todo imponer en nuestras organizaciones el tema de que hay que ir para servirlas, no para servirse de ellas. Quien esté en una organización de este tipo debe contar con ánimo y ganas de entregar una parte de su tiempo a la mejora del sector y de su empresa, y no debe estar si lo que va a hacer es utilizarlas en su beneficio personal o empresarial. Tampoco debe primar la inamovilidad. Eso no es sano, es importante la renovación, el acceso a las nuevas generaciones es crítico e imprescindible. Si no, no hay organización, sino un instrumento al servicio de unos cuantos. Y esto debemos evitarlo como sea, o dejará de interesarnos a los que organizamos la CETM.
JB.- ¿Qué habría que hacer para que al sector se le vuelva a tener en cuenta de la misma forma?
AI.- Al sector se le tiene en cuenta si el sector se cree de verdad lo que es en la economía y en la sociedad española. No vale seguir lamentándonos, de cómo nos trata la Administración, cuya tarea es administrar lo común y hacerlo de acuerdo con los implicados. Lo que tiene que hacer el sector es unirse y generar iniciativas, respetarse, no hacerse la puñeta unos empresarios a otros, cumplir las normas, no esperar a que venga la inspección a buscarte las cosquillas, colaborar en materia empresarial, en materias de tecnologías; el plan estratégico del sector lo tiene que hacer el propio sector, y aplicarlo. Esta atención pasa por una serie de parámetros que hemos conocido muy bien, de formación, innovación, pero sobre todo de colaboración, yo creo que la colaboración es casi nula entre las empresas del sector en el sentido de respetarse mutuamente. La competencia es feroz, el transporte se dimensiona para las puntas de demanda y eso genera una sobrecapacidad de oferta; a partir de ahí el problema es nuestro, no de la Administración ni de los cargadores. ¿Hemos sido capaces de dialogar, de hacer las cosas juntos o por separado, dentro de las normas? Hay gente más lista o tiene más medios, o lo hace mejor y sigue viva; en cambio, otras empresas han cerrado. Es una cuestión de ser leal y disciplinado, y si no estás preparado, desapareces, pero no mates al de al lado. Hay un dicho: si vamos por separado, nos vencerán a todos juntos.
JB.- Es inevitable que le pregunte por el futuro. ¿Qué cambios espera que se produzcan?
AI.- Habrá grandes cambios. Evoluciona la economía y las necesidades de fabricantes y consumidores. En el internacional han aparecido nuevos jugadores, los países del Norte y del Este europeos, estos últimos con costes más bajos, y nos pueden sacar del mercado, como hicimos nosotros con los de Centro Europa en los años 80. Hemos tenido que buscar formas de explotación de supervivencia, por puro coste.
La evolución está en el ámbito de los mercados, de las tecnologías, de los combustibles, de los sistemas de comunicación y, sobre todo, de las nuevas generaciones, quienes mandarán en la Confederación. Aquí hay que darle mayor participación al asociado y sacar a la gente perniciosa, que la hay. Hay que dar un canal a quien quiera participar. ¿Recuerdas las Jornadas de Jóvenes Empresarios? Eso es el futuro.
https://www.youtube.com/watch?v=8IAMQvjheAY
Revista Transporte Profesional