El Brexit, la COVID-19 y Francia crearon la tormenta perfecta en las últimas semanas de diciembre de 2020. Las negociaciones para acabar de definir las condiciones del divorcio entre la Unión Europea y el Reino Unido no presagiaban un buen final. Ni tan siquiera un final. La industria y resto de la clientela inglesa que dependen de las importaciones del continente habían comenzado a acaparar remesas.
En el último mes de 2020, se incrementó en un 3% el tráfico con Inglaterra, lo que supuso que unos 11.100 camiones más se uniesen a los 370.000 que entraban en un mes promedio en el Reino Unido. Todo iba relativamente bien hasta que el 14 de diciembre, las autoridades inglesas informan a la OMS que habían identificado una nueva variante del SARS-CoC-2. Los análisis indicaban que esta mutación podría propagarse más fácilmente entre los humanos. Ante esta situación, el presidente francés, Emmanuel Macron decidió cerrar el Canal de la Mancha.
El fin de semana del 19/20 de diciembre, los camiones comienzan a quedarse bloqueados en las inmediaciones de Folkestone, lo que hace que los arcenes de la M-20 se colapsen. Entre Folkestone y Calais se mueven seis trenes a la hora por el Eurotunnel y 35 ferries. Unos 10.000 camiones al día.
A 500 kilómetros de Dover, la policía inglesa estaba dando el alto a los camiones, la cosa iba de mal en peor. Los conductores se estaban poniendo nerviosos. En Polonia, por ejemplo, el día de Navidad es el momento en que las familias se reúnen. El único momento en el año que hacen vida familiar. Un año en blanco sería durísimo. Además, se extendía el rumor de que se estaba utilizando a los conductores como rehenes en las negociaciones del Brexit. La falta de servicios, de duchas y alimentos comenzaban a ser más que evidente.
El día 21, después de pasar por un supermercado, uno de los conductores de Ismael comenzó a tener escalofríos. Un compañero suyo le estuvo cuidando. Para ese momento, Francia ya había vuelto a abrir las fronteras, pero solo se permitía el paso a quien presentara una prueba PCR o de antígenos negativa. En este momento se estima que solo en el aeropuerto de Manston se encontraban más de 40.000 camiones detenidos.
Un test de la Covid cuesta 180 libras (208 euros) Transportes Insausti tenia 14 camiones en el vórtice de la tormenta. Cogiendo los taxis correspondientes, sus conductores fueron a hacerse las pruebas. Uno de ellos dio positivo, el del supermercado. Después de una segunda prueba negativa, todos pudieron moverse. Pero, ¿hacia donde?
Había colas de más de 6.000 camiones en todas las direcciones, había que buscar una forma de salir del país. Por Dover, por Cherbourg, por Plymouth, por Irlanda, por Noruega. Todo se colapsaba, a estas alturas toda Europa pedía PCRs para dejar Inglaterra. Los camiones que primero pasaban indicaban la situación a los que les precedían. Eran como el agua de un rio que va buscando el lugar por donde fluir. El día 26 consiguieron llegar los camiones azules de Insausti al Eurotunnel, pero ya había pasado el día de navidad.
Para entonces, las autoridades inglesas y los bomberos galos que se habían desplazado a Inglaterra estaban haciendo pruebas gratuitas a todo el que se les ponía por delante. El cónsul español en Londres, Carlos Díaz Valcárcel, también tomó cartas en el asunto, trasladándose a la zona en su propio coche y ayudando en todo lo que podía.
En el aeropuerto de Monston el clima se fue caldeando, la idea del chantaje se fue haciendo viral. Y el continuo sobrevuelo de helicópteros, incluso a medianoche, no ayudaba. La falta de higiene y de comida, tampoco. Lo curioso es que el Eurotunnel y los ferries viajaban vacíos, mientras las carreteras estaban completamente colapsadas de camiones que no sabían por donde huir. El día 30 de diciembre todo se acabó y pudieron volver a casa para pasar Año Nuevo.
2 de enero de 2021
Con el nuevo año ,las aguas han vuelto a su cauce, aunque todo es completamente diferente. Para entrar a Francia se necesita presentar una prueba de que no se está infectado. Sólo se libran los transportes transfronterizos, los repartidores. Y se constata que el tráfico con Inglaterra ha disminuido de forma drástica. Para un viaje que antes duraba una semana, ahora se precisan 12 días.
No hay tasas aduaneras ni aranceles, pero sí controles aduaneros. Hemos vuelto a antes de 1986, cuando España y Portugal entraron en la Unión Europea. La carga burocrática es inmensa y los aduaneros están desentrenados. Se están perdiendo entre cuatro y cinco días en estos trámites, lo que hace que el concepto “just and time” haya desaparecido. En este momento no se puede garantizar que un vehículo llegue a su destino a una hora determinada. Los conductores no quieren ir a Inglaterra, no sólo por la Covid. El tiempo que pierden en la frontera es lo que “les echa para atrás”. Ismael ha decidido que los conductores que superen los 56 años no crucen el Canal, por su propia seguridad.
Revista Transporte Profesional