A estas alturas de la película que estamos viviendo, es inconcebible que determinadas organizaciones de transportistas (Confedetrans y Fenadismer, por qué no ponerles nombre) puedan plantear una modificación del régimen de autorizaciones de transporte (están en su derecho, es evidente), de tal forma que podría considerarse como una auténtica desregularización. Porque equiparar la autorización del ligero con la del pesado; eliminar los tres vehículos y las sesenta toneladas exigidas para acceder a la profesión y tocar temas como la antigüedad o la transmisibilidad de forma harto más que curiosa, constituyen una carga de profundidad que bien podría interpretarse como la regularización de situaciones anómalas, al amparo de estas pretensiones. Cualquier modificación al respecto debe hacerse siempre desde la más estricta legalidad. De lo contrario podemos encontrarnos con problemas añadidos, agravando actualmente la difícil situación de nuestras empresas.