En nombre de la seguridad se encubren intereses económicos, ¿o no? Véase los numerosos requisitos que afectan a los transportes de masas indivisibles: ahora se pretende calificar de grave o muy grave la ausencia o defecto de cualquiera de ellos como si todos (algunos de chichinabo) tuvieran el mismo rango, función o gravedad: que si el trapo rojo es rosa, que si la distancia de la bombilla no es la correcta, que si el coche piloto va más próximo o alejado, etc. Les invito a leer tales requisitos y a reflexionar sobre los múltiples matices intranscendentes de que pueden ser objeto, para que vean que auténticas chorradas que no menoscaban la seguridad puedan calificarse de infracciones, pero, eso sí, a pagar. Y vengan días y vengan chuscos.
También se propuso rebajar la velocidad actual de los vehículos, los camiones, lo que va en contra de la productividad. Gracias a la penuria económica que atraviesa España los dioses de la seguridad han reculado de tal pretensión, se supone que hasta que pase la crisis. Siempre limitar y prohibir, en lugar de aprovechar las mejores infraestructuras viarias y los impresionantes avances tecnológicos aplicados a los vehículos en relación a la seguridad, tanto activa como pasiva, para incrementar la eficiencia y bienestar en los desplazamientos.
Otro tema, la formación. Se da la incongruencia de no querer rebajar a 21 años la edad para acceder al carné de conducir profesional; sin embargo a los 18 sí se puede obtener el CAP (el obligatorio y caro certificado de aptitud profesional para conducir camiones), produciéndose así la desmotivación y gravamen económico del que lo ha obtenido, al verse obligado a esperar tres años hasta que pueda obtener el carné de conducir, para cuando los conocimientos adquiridos a través del CAP han perdido parte de su vigencia. De pena.
Tráfico, hasta la acentuación de la crisis, venia recaudando en torno a los 600 millones de euros anuales y gastaba sobre 500, más o menos; pues bien, con la crisis, las incontables infracciones y las altas multas, bajó la recaudación y apareció el déficit, por lo que dejan de ser autosuficientes y menguar la condición de reyes del mambo. Traumatizados, intentan evitar su ruina a la manera oficial, no reduciendo el gasto, sino aumentando imperativamente los ingresos, la recaudación, o sea: más infracciones, más sanciones y de cuantías más altas. Por la seguridad, claro.
Un cuerpo militar, cuya costosa formación sufragan los ciudadanos vía impuestos, que tendría que dedicarse a la seguridad de las personas y bienes, se dedica a trabajos administrativos de recaudación. Recaudar y manosear papeles es propio de vigilantes, no de soldados. Hora es de reorganizarlo y que Tráfico pase a depender del Ministerio de Fomento, responsable de las infraestructuras viarias y su circulación, y deje de depender del Ministerio de Interior, el de las pistolas. ¿Se opondrá a ello aquel dicho de tiempos pasados: "a un civil se le puede militarizar pero a un militar no se le puede ..." ?
En nombre de la seguridad se cometen muchos atropellos.